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útero artificial, maternidad subrogada, reproducción asistida, salud reproductiva, vientre alquiler
Con sus 87 años fallece el 10 de abril de 2013 el Dr. Robert G. Edwards, ex Premio Nobel de la Medicina, “padre” de la fecundación en vidrio, justo cuando la prensa nos “asombra” con la noticia de Derya, la primera mujer embarazada tras un transplante de útero. Ambas noticias me llegan pocos días después de que Eduard Punset realiza un programa televisivo acerca de la posibilidad de la reproducción humana sin (necesidad de) embarazo, resaltando la procreación por medio del útero artificial; y esto justo dos años después de emitir un excelente documental acerca de la importancia de la emoción desde el útero materno, en el que reconocidos científicos e investigadores destacaban la importancia de la promoción de la salud perinatal para crear sólidos cimientos para una buena salud psicoemocional para el futuro de la humanidad…
Y entonces decido publicar hoy y aquí unas reflexiones y experiencias clínicas que escribí en 2011 para una Jornada científica que nunca vio la luz. Así como nunca logré publicar este escrito en ninguna revista.
En los últimos años ha ido creciendo considerablemente el numero de mujeres (y/o parejas) que acuden a consulta psicológica a raíz de emprender un tratamiento de fertilidad, tras una maternidad/paternidad obtenida por medios de las nuevas Técnicas de Reproducción Asistida (TRA) o a consecuencia de repetidas pérdidas gestacionales, derivadas de embarazos frutos de la Reproducción Asistida (RA).
La demanda suele coincidir con la búsqueda de asesoramiento psicológico especializado o de tratamiento psicoterapéutico, en mayor medida tras años de tentativos fallidos sin alcanzar el sueño de maternidad/paternidad.
Las preocupaciones e inquietudes de las mujeres (y/o parejas) con este perfil determinado me llevaron a investigar más sobre las TRA, sus implicaciones para la salud femenina, perinatal y familiar, así como a interrogarme acerca del papel de la psicología perinatal en este ámbito de intervención y, por consecuencia, a cuestionarme sobre el abordaje terapéutico en casos de “maternidad asistida”.
Las nuevas formas de maternidad/paternidad se presentan frecuentemente como un camino de ida a ciegas, en el que el precio de la maternidad/paternidad tiene implicaciones tanto para la salud física y psíquica (de la mujer y/o familiar) como en el plano económico.
Al mismo tiempo que los expertos nos confirman que la infertilidad está en aumento, la mujer/pareja se ve rápidamente encasillada en protocolos fuertemente medicalizados, falta de información veraz acerca de las implicaciones de la RA para su salud y con disposición a ofrecer, a cambio del incierto alcance de su sueño, su(s) cuerpo(s) “defectuoso(s)” como objeto(s) de ensayo para la medicina reproductiva.
En mi exposición pretendo compartir hipótesis y reflexiones que he ido generando a raíz de mi búsqueda y revisión de la literatura pertinente así como de la experiencia clínica. Trabajando principalmente con mujeres y desde un enfoque de género, considero especialmente adecuado encauzar mi aportación desde este punto de vista, recogiendo a la vez la solicitud de hacerme canal de las voces femeninas acalladas por los medios de comunicación convencionales.
A medida que me fui adentrando en esta temática me di cuenta de la complejidad de un mundo que carece de investigación seria acerca de las causas de la infertilidad y de las consecuencias de las TRA para la salud femenina, lo que me hace dudar de si realmente interesan. Asimismo encontré una vasta y variada oferta de nuevas tecnologías médicas dirigidas especialmente al público femenino, bajo el pretexto de solucionar supuestos problemas de infertilidad, esterilidad o imposibilidad de procreación por falta de pareja masculina, por “maternidades tardías”, menopausias precoces u otras anomalías y disfunciones de la sexualidad o del sistema reproductor femenino, vendiendo la ilusión de alcanzar (o devolver) la tan anhelada Felicidad gracias a una “descendencia”.
El análisis de la literatura existente alrededor de la temática de la RA me permitió descubrir marcos teóricos opuestos o complementarios entre si, planteamientos que estimulan una continua reflexión y (re)construcción de mi quehacer profesional.
Breve reseña histórica de la RA.
La historia de la RA comienza a finales de los años ’70 en Inglaterra con las polémicas que rodean el nacimiento de la primera niña nacida por Fecundación in Vitro (FIV) en 1978. Este acontecimiento, vivido por la comunidad científica como un verdadero éxito, impulsa el desarrollo y la implementación de las actuales técnicas de RA. Hoy en día, a poco más de treinta años después, la concepción de “bebés a la carta” por medio de semen, óvulos, embriones o úteros “donados” está al alcance de un amplio público, particularmente en los países más industrializados de nuestra sociedad de consumo. Por lo contrario, en los países del sur del mundo las políticas de salud pública siguen persiguiendo objetivos inversos, a través de la implementación de programas de planificación familiar y contracepción a menudo inseguros, nocivos y coercitivos con el fin de reducir el índice de natalidad, principalmente a cuesta de la salud femenina. Debido a realidades tan contrapuestas, algunas autoras llegan a considerar las nuevas políticas de control de la natalidad vs. de la RA como “potencialmente insidiosas forma de control social” (Sawicki, J. & Haraway, D., 1991; cit. en Roberts, 1998, pag. 196).
Datos y política de la RA en España y más allá.
En España los procedimientos entorno a la RA están regulados por una legislación entre las más permisivas de Europa[1], que nos convierte en el país europeo con mayor destino de turismo reproductivo. Más de 8.000 mujeres (con o sin pareja) de todo Europa viajan cada año a España, representando el 15-20% de la totalidad de mujeres que reciben tratamientos de RA[2]. La mayor parte de la clientela extranjera en búsqueda de maternidad proviene de Italia y Alemania (ambas legislaciones prohíben la donación de óvulos), Inglaterra (por escasez de óvulos donados, no estando garantizada la anonimidad de las donantes) y de Francia (por escasez de óvulos donados, siendo prohibida la compensación económica para las donantes). Para una clientela más “selecta” y con deseos especiales se abre un abanico de posibilidades en EE.UU., cuya legislación permite la creación de “bebés a la carta” y la maternidad subrogada.
Según los datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) en España se practicaron en 2006 un total de 80.000 tratamientos de RA y, si en 2005 fueron el 1,6% los niños nacidos en nuestro país por estas técnicas, en 2006 este porcentaje subió a 2% y en 2010 se estiman cifras ≥ de un 3%[3]. Estas cifras indican una industria floreciente, especialmente para la sanidad privada, en la que el número de intentos o la edad de la futura madre no están limitados por la Ley a cambio de un índice de éxito que varía entre un 26 y un 30%[4] y por un elevado coste físico, psicológico y económico.
La sociedad de consumo, junto con la mentalidad del servicio han contribuido en las ultimas décadas a incrementar el nuevo mercado y la comercialización legal de la vida humana como un producto altamente deseable. ¿Hemos llegado realmente a creernos que tener descendencia es un derecho?
Maternidades de alto…precio.
La maternidad es salud, una aventura psicológica singular, una etapa importante en la biografía sexual, reproductiva y emocional de la mujer. Puede representar una verdadera revolución vital para la mujer (y la pareja), ofreciéndole al mismo tiempo inmensas posibilidades de crecimiento y empoderamiento.
En los casos de RA la maternidad se ve transformada y diversificada al paso del vertiginoso avance científico y tecnológico de la medicina reproductiva, pasando por tubos de ensayo para llegar a controles exhaustivos, dirigidos a “optimizar” la vida reproductiva y sexual de la mujer, el funcionamiento de su cuerpo y el nacimiento de la vida humana (Duden, B., 1991).
La tecnología médica ha logrado que el útero se convierta en un espacio público transitable y negociable, fragmentando la experiencia corporal femenina e ignorando la identidad global de la mujer (además de anular el rol y el lugar del padre).
Numerosas autoras reflexionan entorno a la ética y empleo de las tecnologías médicas como herramienta de control social y dispositivo de selección demográfica (Balsamo, A., 1996; Colen, S., 2006; Shevell, T.; 2005) aplicadas a la mujer a costa de su salud y bienestar bio-psico-social (Fuentes, M., 2008; Tubert, S., 1991; Valls-Llobet, C., 2009), poniendo en evidencia la escasez de investigación seria acerca de las causas reales de la creciente infertilidad, que podrían permitir impulsar políticas de salud pública de prevención y promoción de la salud femenina. Este hecho nos lleva a la idea que las nuevas TRA no se desarrollaron para solucionar los problemas de infertilidad, sino con fines eugenésicos y de “producción de bebés”, creando necesidades para justificar el desarrollo de nuevas tecnologías. Citando a Victoria Sau “a las mujeres se les crean y dictan sus deseos y necesidades para justificar luego cualquier forma de intervención con el pretexto que son ellas mismas quienes lo solicitan”[5] como es el caso de ciertos métodos contraceptivos, la creciente “tecnologización” de embarazo y parto, la medicina estética, la terapia hormonal sustitutiva etc., dirigidas a controlar, manipular e infantilizar a la mujer a lo largo de toda su vida sexual y reproductiva. Dumit y Davies-Floyd (1998) alertan ante los efectos secundarios de la agresiva medicación hormonal de las TRA (menopausia precoz, cáncer de mama, etc.), el excesivo control prenatal, así como el alto grado de intervencionismo en el parto.
La investigación acerca de las consecuencias a largo plazo, tanto para la salud de las mujeres sometidas a RA y/o de las donantes de óvulos, sigue siendo insuficiente. Son mínimos y de bajo valor estadístico también los estudios acerca de los efectos sobre la salud de los niños, aunque transmitan optimismo acerca de su desarrollo cognitivo (Cederblad M., Friberg B., et al., 1996), emocional y psicomotor (Ponjaert-Kristoffersen I., et al, 2005). Varios autores señalan un estilo de apego seguro en niños nacidos por RA (Raoul-Duval A., Bertrand-Servais M., et al., 1994; Golombok S., Cook R., et al., 1995). Será imprescindible seguir investigando en esta dirección a lo largo de las próximas décadas para poder llegar a conclusiones más sólidas y contundentes acerca de la construcción de la identidad de estos niños en las etapas posteriores a su niñez y adolescencia.
La urgencia de seguir observando desde cerca el proceso del desarrollo del estilo de apego surge desde mi inquietud investigativa, como psicóloga que no puede dejar de ver o olvidar que los cimientos del carácter (que a su vez influencian el sano desarrollo de la personalidad del ser humano) están profundamente condicionados a la salud mental y la capacidad de cuidado y de vínculo de sus primeros cuidadores, especialmente de la madre a lo largo de todo el período sensible, que va desde la concepción hasta el año de vida del bebé (Reich, W. 2005; Winnicott, D. 1998; Reichert, E. 2011).
Muy especialmente me alarma la frivolidad con la cual algunos genetistas nos adelantan la posibilidad de gestación en un útero artificial y sin necesidad de relaciones sexuales, argumentando desde lo práctico que ello podría llegar a ser para la mujer “de hoy”, en carrera, deseosa de conservar un cuerpo esculpido e indiferente al paso de la vida, una single aburrida de estar sola y “tenerlo todo”, que no tiene porque “sufrir los inconvenientes” de la maternidad. La perversión subyacente a nuestro sistema capitalista y patriarcal ha logrado hacernos creer que el útero artificial nos salvaría del “incordio de gestar y parir en tiempos modernos” y también de la presencia de una figura ma/paterna(nte).
Creo urgente y necesaria una reflexión amplia y profunda desde los ámbitos feministas acerca de estos “avances”, aparentemente fundamentados en el “bienestar”, la “independencia” y el “desarrollo económico” de la mujer de nuestros días. Esta reflexión excede el objetivo del presente artículo, ya que merece un espacio más amplio y dedicado, que espero pueda generarse en el seno de asociaciones y Sociedades Científicas que cuidan la Salud Femenina y Perinatal, más allá de las redes sociales.
En mi experiencia clínica suelo atender mujeres para las cuales frases como “el embarazo no es un estado de enfermedad” o “el parto es un acto de la esfera sexual y de la fisiología de la mujer” suelen sonar vacías. Las mujeres que llegan a la consulta psicológica relatan sentirse “alienadas” de si mismas, vivir a “contrarreloj”, solas, hormonalmente alteradas, tensas, decepcionadas, ansiosas, cansadas, con problemas económicos (debidos a deudas contraídas para hacer frente a los gastos de múltiples tratamientos!) y la firme creencia de que sus cuerpos “no funcionan como deberían”. Están física y psicológicamente probadas por múltiples visitas, controles vividos como intrusivos o violentos en sus partes más íntimas, “educadas” a “ser pacientes” y “adiestradas” a atenerse a cualquier recomendación llegue por la boca de un profesional de la salud, como si el hecho de “ejecutar las ordenes del experto” fuera garantía de poderse liberar de un estigma y del sufrimiento que las persiguen al “no sentirse aptas” para engendrar una vida y ser buenas madres.
En la consulta de psicología pretenden reducir su ansiedad (“a eso me mandan”), controlar cada fase del proceso reproductivo como si de un hecho meramente técnico o mental se tratara y así conseguir “el objetivo final”, pactado y pautado según las normas y programas de la industria de la RA.
Otras, movidas por el desgaste y la frustración, buscan respuestas que no lograron encontrar en la consulta médica: “Porque no puedo, siendo que no se encuentra nada que nos impida biológicamente tener descendencia?”, “¿Porque no logro mantener mis embarazos?”, “¿Qué debo hacer para…?”, “Ahora que por fin lo he logrado [embarazo, bebé, n.d.a.] siento que no es lo que imaginaba…”, “¿Debería decirle la verdad a mi bebé acerca de sus orígenes? ¿Cuándo y como?”. Algunas acuden finalmente a la consulta para elaborar experiencias de duelo (embarazos y maternidades fallidos, histerectomías, pérdidas perinatales, separaciones, etc.) o de microviolencias[6] vividas a lo largo del proceso de RA (abortos, secuelas de partos altamente intervenidos, sensación de anulación, pérdida de dignidad, humillación, falta de empatía, yatrogenia etc.) y sensación de haber pasado a ser objeto (y ya no sujeto) de su vida (sexual).
Reflexiones entorno al papel de la psicología en RA.
Algunos institutos privados de RA reconocen en los últimos años la importancia de los factores psicológicos y emocionales de la mujer (y/o pareja) a la hora de valorar los éxitos de los tratamientos. Domar, Dolz y Vidal afirman que las pacientes que reciben asistencia psicológica durante el tratamiento consiguen la gestación en doble porcentaje con respeto a las que no reciben este apoyo[7]. Con el fin de mejorar la “calidad del servicio” se invierte en investigar los factores psicológicos que contribuyen a alcanzar y mantener un “estado emocional óptimo” para luego desarrollar protocolos de asesoramiento psicológico que actúen sobre la psique de la mujer con el propósito de garantizar una mayor adherencia terapéutica y tratamientos exitosos[8].
Los psicólogos estamos a punto de ser invitados a formar parte de este “guateque” en el papel de cómplices y aliados de la maquinaria de control y programación de la mujer denigrada a “gallina de los huevos de oro”, a un pelo de violar los principios básicos de nuestro código deontológico.
La psicología perinatal comprometida con la evidencia científica en salud primal, la prevención y promoción de la salud femenina, la voz de las mujeres y los intereses de una ecología humana sostenible, me impulsan a seguir buscando caminos para generar una reflexión femenina global, que cuestione el precio que estamos dispuestas a seguir pagando para que una medicina patriarcal siga controlando y decidiendo sobre nuestra vida sexual y reproductiva y la de las futuras generaciones.
El reto cotidiano se traduce en una actitud coherente, de escucha, reparación y promoción de la resiliencia, información veraz y estimulación a la reflexión, facilitando espacios de exploración de necesidades, nuevas formas de feminidad, maternidad, creación, así como de observación y (re)conocimiento del ciclo femenino, para lograr un empoderamiento que nos aleje de las ciencias de la salud misóginas y genere en la mujer la facultad de llegar a decisiones informadas y responsables a las cuales -desde la invisibilidad silenciosa, el vacío de la soledad, la vulnerabilidad de la frustración, el dolor de cuerpo y alma y, finalmente, desde la ilusión y la fragilidad de un palpitante deseo- la mujer tiene un arduo y engorroso acceso.
Todos los derechos reservados. Gabriella Bianco.
Bibliografía:
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[1] La Ley de técnicas de reproducción humana asistida (Ley 14/2006, de 26 de mayo) permite casi todas las técnicas (Inseminación Artificial Intrauterina, Fecundación In Vitro, Inyección Intracitoplásmica de Espermatozoides) y métodos (congelación de embriones y cultivo secuencial, transferencia intrauterina de gametos, donación de óvulos) de RA, salvo la maternidad subrogada (via “alquiler de útero”) y la selección del sexo (via Diagnóstico Genético Pregestacional).
[2] Según los datos del Fertility Counts, entidad formada por miembros de la Sociedad Europea de Fertilidad.
[3] Datos recaudados del sito web del Instituto Valenciano de Fertilidad (IVI). Fuentes periodísticas citan la cifra de un 3,8% (Diario de Navarra, edición digital del 15/3/2011).
[4] Datos recaudados del informe de la SEF http://nuevo.sefertilidad.com/pacientes/datos-centros.php
[5] Sau, V.: Reflexiones feministas para principio de siglo. 2000. Pág. 49.
[6] Término empleado por el psicólogo Luís Bonino, cit. por Valls-Llobet, C., 2009. Pág. 360.
[8] Fuente: http://www.fiv-valencia.es